No me fío de mí
Me plagio
demasiado
Siempre cometo
los mismos errores
Siempre caigo en
los mismos fallos
Evolucionar…pero
hacía donde?
Está bien,
supongamos:
Que el corazón,
aunque nos duela, no acertara nunca
Que entre dos
rumores con el más feo nos quedáramos
Que nadie se
llevara nada a la tumba
Que nos quedáramos
mudos cuando había que decir algo
Que hiciéramos
daño por placer o por castigarnos
Que trabajáramos
para parecernos
Que vistiéramos
para mezclarnos
Supongamos que
sólo hubiera 7 notas musicales
Que el perro
siempre ladrara de noche
Que sobre los
novios arroz cayera
Que la vida
fuera corta y los taxis un derroche
Que a ciertos
países les costara vivir juntos
Suponiendo por
suponer que todo así fuera
¿No sería para
mudar de barrio, ciudad y hasta de mundo?
Hoy la
biblioteca pública hervía de fantasmas
Claro que en una
biblioteca uno puede concebirlos
No digo
parirlos, digo situarlos
Así como en
cementerios y jardines traseros.
Poetizo
demasiado: era ésta gente corriente
Con gran
parecido a ilustres escritores muertos
(era como el
colmo de la congruencia)
Meditaba yo
sobre la ciencia exacta
Del hecho casual
de toparse dos personas
Porque una de
las cuales soñó con la otra
Una noche
cualquiera de la semana pasada
Cuando un hombre
cortó mi paso distraído
Menos esbelto,
vestido con desgana
Pero juro que la
cabeza con todas sus arrugas
Igualita era a
la de Samuel Beckett.
Mucho suelo
meditar yo en las bibliotecas
Por ejemplo sobre
el deshielo de los peces…
Poetizo
demasiado: simplemente me pregunto
Si el
espectáculo reciclado de las cuatro estaciones
Llegará un día a
aburrir al hombre
Y si todos esos
libros se sienten cómodos
Dispuestos por
sanguinario orden alfabético
Obligados a
extrañas alianzas por puro azar…
Como todas las
personas del mundo,
Y a que casas
van y todo lo que en ellas ven.
Para abreviar
diré que también estaban
Por allí José
Bergamín, Bernard Shaw
Un casi Faulkner
en chándal
Y un Muñoz
Molina muy convincente…
Resultó que no
todo iba de muertos.
Pero lo que más
abunda de mañana a tarde
En la Biblioteca Pública
Anodinamente
agazapados en sus sillones
Observarlos se
ha convertido en un vicio
Que me distrae
de mis meditaciones,
No se trata de
autor sino de personaje:
Son los Humbert
Humbert de cruzadas piernas
A montones,
frente a frente
Como en terapia
Dolientes
doloridos dándole al cerebro como nadie
Nunca pillé a
uno solo con el libro del revés.
- Si volvemos a
ir al cine un domingo más,
Te juro que
formaré un escándalo:
Nada más apagar
las luces, me arrancaré la ropa,
Me abalanzaré
sobre el tío que tenga más cerca,
Gritaré, gritaré
mucho,
Vomitaré y diré
obscenidades en francés.
Sabes que soy
muy capaz de hacerlo.
-No, no iremos
al cine.
Cuando me
conociste
Yo era poco menos que un mendigo
Que casi nunca
tenía fuego
Y siempre
llevaba en los bolsillos
Algo con lo que
podías cortarte.
No hablaba
mucho, cierto,
Pero mi palabra
era lo único que tenía.
Callejeaba como
un demente,
Sin buscar nada
en concreto pero
Dándome cuenta
de todo, sin yo quererlo,
Entonces llegaste
tú y llegó también el cine.
A mí nunca me
hizo mucha gracia,
Pero era bueno
observarte llorar en los malos finales
O como me
pellizcabas los huevos si me quedaba dormido
¿De qué vamos a
hablar luego? Me decías.
Ese era otro
pellizco en otra región más dolorosa.
A veces se
estaba calentito
Y nos tenían que
mandar callar,
No digas que no,
pero
A mí nunca me
gustó en realidad.
A ver que te
parece esto que te voy a proponer:
Vamos al metro y
paramos un tren.
Después nos
disfrazamos de gentlemanes
Y arrasamos un
banco, uno grande.
A continuación robamos
un globo, uno grande,
Sobrevolaremos
todos los barrios tirando billetes,
Algunos con tus
besos marcados,
Ya verás tú la
gente olvidando penas,
Mirando al cielo
y sin pizca de vergüenza,
Por supuesto
está permitido escupir a las hienas.
Nos quedaremos
con algo,
Porque no somos
tontos,
O al menos
tontos muy ricos,
Y con eso
compraremos vino, cocaína y pastelitos.
Por sorpresa
aterrizaremos…
(¿Aterrizan los
globos?
¿Se posan?
¿Atracan?)
Sobre la azotea
de aquellos viejos amigos
Que por una cosa
u otra ya nunca vemos.
Y para la
calderilla que nos quede
Y para concluir
una magnífica jornada,
Buscaremos un
mendigo horriblemente mutilado:
Sin pies, sin ojos,
y casi sin manos.
Le llenamos los
bolsillos y si hace falta le rascamos,
Sin hacerlo
fácil pero tampoco hiriente,
Y ya podemos
coger el camino a casa,
Aptos para
criticar, descomponer, despellejar,
Descascarillar a
todo lo que tenga dientes,
A todo lo que
respire, a todo lo que miente
O dice verdad.
Con absoluta
inmunidad diplomática,
Como si el mundo
entero
Se fraguara cada
día en nuestra cocina,
Libres de
pecado, invencibles, inmaculados,
A ojos de
nuestra propia conciencia divina.
No, no iremos al
cine.
Ni siquiera nos
sentamos juntos la última vez.
Sobre mi pequeño
caballo islandés
Con varios kilos
de cultura certificada en la mochila
Recorro la
ciudad de día o de noche.
La misma ciudad
donde se conocieron mis padres
Un domingo de
mucho sol.
Mi padre iba en
automóvil
Mi madre iba a
pié
Y si he de
creerlos
Según me
contaron una sola vez:
Mi padre hizo
sonar su máquina
Y mi madre que
ya era boba se encandiló.
Es esta una
ciudad muy triste
Con mucho sol.
No los culpo. No
puedo
Es una ciudad
tan bonita
Que aquí se
enamoran los curas
Los perros los
piratas
Y hasta el
gobernador.
¿Por qué no
ellos dos?
Pero no es
justo. No lo es.
Se casaron
(un amigo
periodista registró el suceso)
Mi padre era un
buen trabajador
Se liaba con
motores complejos
Como un corazón
Escupía fuego
Cagaba gasolina
Y era un
insaciable fornicador.
Mi madre preñada
se hacía con libros de recetas
Y entre menú y
menú escribía malos versos de amor
Escurría
telarañas cantaba bailaba
Y aprendía unas
5 palabrotas nuevas
A la semana.
Mi pequeño
caballo islandés
No me pide
susurros ni agua ni pan
Ni le importa
otra cosa, ni sabe otra cosa
Que sea no
llevarme por esta triste ciudad
Tan bonita
Que mi padre ya
era mi padre
Antes de mi edad
Tan bonita
Que mi madre aún
no sabe
Ni siquiera
sospecha
Que nunca salió
de la cueva de alí babá.
No, no es justo.
No lo es.
Arriba niños,
anoche hubo ventisca
Estaremos
aislados muchos muchísimos días
Subíos el cuello
del abrigo
¿No os acabo de
decir que anoche hubo ventisca?
Todos los
pájaros están callados
Yo creo que los
mató el frío
Poneos guantes y
botas y llevad un cuchillo
¿Sabíais que
bajo la nieve hay lobos dormidos?
No os soltéis de
la mano
Avanzad en
absoluto silencio:
Sabed que al
alud le basta un estornudo
No toquéis la
nieve: por dentro está ardiendo
Ni la miréis
mucho rato:
No abriré esta
puerta a ningún niño ciego.
Y si os llegáis
hasta el lago helado
Recordad que
bajo ese falso suelo
Según me contó
mi padre y a él mi abuelo
Hay al menos
doce muertos bien conservados
Que a veces
pegan su cara al hielo
Por no mencionar
al monstruo antediluviano.