ser un gordito con mi gordita feliz
no preocuparme ya nunca más del pelo
no haber leído nunca nada
muy feos mi gordita y yo
no sabríamos de geografía
no sabríamos de arte
mi gordita y yo no sabríamos de nada
un poco de cocina si
algo de crianza de animales
y poco más
mi gordita tan idiota como yo
cómodamente instalados en la vida
sin hablar con nadie
sin ver a nadie
es decir
toda la educación
arrojada por la ventana
junto a los museos
y las piscinas
palurdos de piel colorada
despiojándose junto al fuego
mi gordita con dos únicos vestidos
y un abrigo que le queda grande
y arrastra por el barro
cuando persigue mariposas
fácil divertirse si no hay preguntas
hacemos teatro mi gordita y yo
imitamos a dos jóvenes de pedigree
barón y baronesa desplumagallinas:
“debo decir que el jabalí estaba frío
y el lago tenía hoy un color desagradable...
el pequeño ha vuelto a dar trufas al caballo...
maldita sea
que alguien mande matar a ese ruiseñor
que no me deja pegar ojo!”
reímos con nuestras bocas melladas
por lo demás contemplamos
el paso de las estaciones
sin sacar conclusión alguna
y quizá sea nuestro único temor
que un día nos encuentre el cartero.
no preocuparme ya nunca más del pelo
no haber leído nunca nada
muy feos mi gordita y yo
no sabríamos de geografía
no sabríamos de arte
mi gordita y yo no sabríamos de nada
un poco de cocina si
algo de crianza de animales
y poco más
mi gordita tan idiota como yo
cómodamente instalados en la vida
sin hablar con nadie
sin ver a nadie
es decir
toda la educación
arrojada por la ventana
junto a los museos
y las piscinas
palurdos de piel colorada
despiojándose junto al fuego
mi gordita con dos únicos vestidos
y un abrigo que le queda grande
y arrastra por el barro
cuando persigue mariposas
fácil divertirse si no hay preguntas
hacemos teatro mi gordita y yo
imitamos a dos jóvenes de pedigree
barón y baronesa desplumagallinas:
“debo decir que el jabalí estaba frío
y el lago tenía hoy un color desagradable...
el pequeño ha vuelto a dar trufas al caballo...
maldita sea
que alguien mande matar a ese ruiseñor
que no me deja pegar ojo!”
reímos con nuestras bocas melladas
por lo demás contemplamos
el paso de las estaciones
sin sacar conclusión alguna
y quizá sea nuestro único temor
que un día nos encuentre el cartero.