sábado, 1 de octubre de 2016

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Algunas cosas se parten a nuestro alrededor



Algunas cosas se parten a nuestro alrededor
y sabemos así que el día está avanzando.
Sordo y coloquial y aun sin nosotros avanzando,
tanto cuesta a veces penetrar un sólo día cualquiera.
Pareciera que hemos olvidado buscar una invitación
que al mismo tiempo nunca esperaríamos.
Puede ser que todavía poseamos una parte de aquella dicha
que siempre nos colaba en la fiesta.
Sin embargo llegan días insobornables
con algo de recepción en consulado
para los que hace falta algo más que estar vivo.
¡complicadísimos los gestos para acceder a su cuello!
y tan apetitoso puede ser su aspecto de madrastra intratable
que por no importunar demasiado a ninguno de estos días,
como un loco jugando a los barcos,
subiendo y bajando las persianas,
les hago creer que ya estoy vestido y salgo
les hago creer que ya me he dormido.
¿A quién reclamaremos todas nuestras horas de aburrimiento?



martes, 26 de julio de 2016

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Náufragos


hombres paseando en pijama
por la orilla del río
hombres a medio día
descamisados y afilando un palo
sosegando perros aparecidos
glorificando así sus manos ociosas.


hombres que llevan una bandeja
llena de croquetas
y siguen un vestido blanco
por la calle oscura
muriéndose con disimulo.


hombres avergonzados de cabo a rabo
rebotando de sol a sol
viviendo por si acaso.
hombres petrificados que observan
la vida postrándose ante el trabajo
como la flor se rinde a la abeja


hombres desorientados.


hombres que se esconden
de aquellos otros hombres
que aceptan al ser
humano como hecho
lógico y consumado


hombres escarmentados.


hombres tristes riendo a destajo
soñando con robar un banco
tartamudeando mintiendo
ante esos otros hombres
que pilotan su bólido de carne
con derrapes y atropellos

hombres emponzoñados.


el hombre perdió algo
en su salto hacia el cuerpo
no hubo fusión
demasiadas cosas
se olvidaron
o extraviaron
en ese salto
desesperado
hacia el cuerpo vivo
que prometía
    luz
y prometía
caricias
por los siglos de los siglos


   (     )

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a cuento de qué esta vergüenza mía de vivir
nada debo a nadie, creo, y si no, decidme
¿que os debo?
cierto es también que poco di, muy poco
¿es por eso entonces mi vergüenza?
pero fracasos amorosos tuvimos todos
yo mismo recogí algunas migas
y rehice un pan que no era mío
y al mismo tiempo consolaba
en un doble juego, quizás deshonesto
pero quién está libre de esta danza
y sin embargo, con propósito feroz
aquí sigue esta vergüenza mía de vivir
que me mantiene apartado, hermanos
y cantando bajito por el camino más largo
ya, se esperaba más de mí ¿puede ser eso?
ya no me hablo sino con lengua inventada
si pudierais verme en público, hermanastros
una bestia de ocho patas huyendo en ascensores
hubo un tiempo en que toda letra impresa me salvaba
y era tan dúctil mi tristeza tan amables mis fantasmas
tan fácil era llorar y odiar tiernamente a los míos, humanos
cuando se tiene un alma y tres cuartos de esperanza
pero esto otro, en fin, ruborizarse desde la célula al plato
secuestrarse a uno mismo, disfrazarme el pasado
sobre todo apretar los dientes, si, alargar el paso
cuando a la vuelta de la esquina alguien me llama
y con voz muy suave y los puños arremangados
me dice ven, ven que te voy a dar el cambio
pero ahora decidme ¡y no calléis!
¡¿os debo algo?!






jueves, 31 de marzo de 2016

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Divagaciones



Transeúnte sin nombre, esa sensación de triunfo cuando cruzas en rojo
dejando al resto clavados en la acera, ¿No se asemeja a la gloria que siente
un héroe de los de verdad pero ajustado a otra medida y quizás, porque el héroe
verdadero también termina comprendiendo, demasiado fugaz para llevarla a casa, 
pudiendo asimismo haber sido letal?
Transeúnte sin nombre, divagues o no, oíste a aquel hombre declamando
a gritos en la calle y eso siempre avergüenza, por lo que pusiste más atención
a sus palabras, que decían: ”Decidme si no es verdad acaso lo del wifi, fallando 
cada vez más, y los gps, volviéndose completamente locos y llevándote a una favela 
de la muerte o haciendo caer a los aviones sobre pistas forestales y os digo yo 
que la causa no es otra que las tormentas solares gigantescas que están 
achicharrando y están jodiendo a los satélites y todos los gobiernos, aunque no 
lo mencionen, ya han sido suficientemente informados, y tienen miedo, mucho miedo, 
porque esto va a mayores y porque demasiadas veces se ha pronunciado la palabra: CAOS.” 
A ti también te baila esa palabra en la cabeza, la masticas de vuelta al trabajo, 
te la confirma un feroz juego infantil que apenas te roza el brazo. 
Te la llevas a casa colgando del labio, y con ella besas a tu mujer, o a tu gato. 
Todavía la vislumbras cuando, comiéndote una naranja como hace mil años, 
miras fijamente a los políticos gesticular en el  telediario.
Debe llegar la hora más oscura, debe llegar la hora más silenciosa, 
para que el motor del frigorífico, el errante deambular de pies descalzos,
la oración lejana de los vikingos que cierra el bar, los metódicos excrementos 
del vecino pasando veloces junto a tu oreja, la respiración cercana y necesaria
y tu propio corazón chapoteando con falso disimulo, para que por fin 
se desprenda la palabra, esa palabra que te acompañó durante unas horas 
porque alguien la dejó salir de su boca,
y te pareció que sonaba distinta saliendo de esa otra boca, 
y te la llevaste prendida como un pájaro de otro mundo, y sin embargo, 
un mundo que te resultaba familiar, como cuando te sorprendes 
maravillado, culpable, redescubriendote el pié, reencontrandote los ojos 
con todo lo vivido, reconciliandote con tu nombre, que repites
y repites en la hora más oscura, en la hora más silenciosa,
hasta que deja de significar algo.



    Quién soy