martes, 26 de julio de 2016

Náufragos


hombres paseando en pijama
por la orilla del río
hombres a medio día
descamisados y afilando un palo
sosegando perros aparecidos
glorificando así sus manos ociosas.


hombres que llevan una bandeja
llena de croquetas
y siguen un vestido blanco
por la calle oscura
muriéndose con disimulo.


hombres avergonzados de cabo a rabo
rebotando de sol a sol
viviendo por si acaso.
hombres petrificados que observan
la vida postrándose ante el trabajo
como la flor se rinde a la abeja


hombres desorientados.


hombres que se esconden
de aquellos otros hombres
que aceptan al ser
humano como hecho
lógico y consumado


hombres escarmentados.


hombres tristes riendo a destajo
soñando con robar un banco
tartamudeando mintiendo
ante esos otros hombres
que pilotan su bólido de carne
con derrapes y atropellos

hombres emponzoñados.


el hombre perdió algo
en su salto hacia el cuerpo
no hubo fusión
demasiadas cosas
se olvidaron
o extraviaron
en ese salto
desesperado
hacia el cuerpo vivo
que prometía
    luz
y prometía
caricias
por los siglos de los siglos


   (     )

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a cuento de qué esta vergüenza mía de vivir
nada debo a nadie, creo, y si no, decidme
¿que os debo?
cierto es también que poco di, muy poco
¿es por eso entonces mi vergüenza?
pero fracasos amorosos tuvimos todos
yo mismo recogí algunas migas
y rehice un pan que no era mío
y al mismo tiempo consolaba
en un doble juego, quizás deshonesto
pero quién está libre de esta danza
y sin embargo, con propósito feroz
aquí sigue esta vergüenza mía de vivir
que me mantiene apartado, hermanos
y cantando bajito por el camino más largo
ya, se esperaba más de mí ¿puede ser eso?
ya no me hablo sino con lengua inventada
si pudierais verme en público, hermanastros
una bestia de ocho patas huyendo en ascensores
hubo un tiempo en que toda letra impresa me salvaba
y era tan dúctil mi tristeza tan amables mis fantasmas
tan fácil era llorar y odiar tiernamente a los míos, humanos
cuando se tiene un alma y tres cuartos de esperanza
pero esto otro, en fin, ruborizarse desde la célula al plato
secuestrarse a uno mismo, disfrazarme el pasado
sobre todo apretar los dientes, si, alargar el paso
cuando a la vuelta de la esquina alguien me llama
y con voz muy suave y los puños arremangados
me dice ven, ven que te voy a dar el cambio
pero ahora decidme ¡y no calléis!
¡¿os debo algo?!






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