domingo, 28 de julio de 2013

poemas de la brecha

Los depresivos solemos tener heridas en las manos
continuamente nos hacemos cortes, pequeñas quemaduras
extrañamente nos gusta estar en la cocina
nos herimos las manos y nos quedamos pensativos
a veces fumamos y nos miramos las manos
en realidad fumamos mucho y siempre nos examinamos las manos
son heridas sin importancia
poca cosa para lo que hay dentro
solemos comer de noche
durante el día vamos en blanco, livianos y transparentes
un estómago vacío, un vértigo constante
hace las veces de sintomática felicidad
en ocasiones soñamos con Aristipo de Cirene
y hundiendo la cara en los pliegues de la manta
aguantamos la respiración al menos una hora
el dinero nos proporciona una alegría muy rudimentaria
y en la medida en que nuestra existencia se desarrolla en un preámbulo
aborrecemos la seducción y toda la arquitectura que rodea al coito
la política del país nos deja fríos  
no nos dejamos abrazar facilmente
y se hace muy difícil engañarnos
nos vamos volviendo conservadores transigentes
y sin embargo nos echan de ciertos lugares
porque aullamos en vez de hablar
los árboles mecidos por el viento nos hipnotiza
descendemos hasta lo primitivo
nos cuesta cambiar las sábanas
despertamos una curiosa sospecha en todos los guardias jurados
vamos cargados de hombros
perpetuamente distraídos, nos herimos las manos
a veces nos dejamos llevar dócilmente hacia habitaciones personales
nos dejamos desnudar
nos dejamos chupar los dedos llenos de cortes
y hacemos el amor muy lentamente
regodeándonos en lo ridículo de la forma
conscientes y hostiles
y así podemos estar horas y horas.

                                                                      x x x



para dar esquinazo a un mal día
salí a dar una vuelta en bicicleta
por el paseo de Carlos I en hora punta
y volví con una lista dictada por el diablo:
corredores depresivos de ojos desorbitados
buscando a los 40 el cuerpo que no tuvieron a los 20
patinadoras en grupo medio desnudas
escultóricos muslos de pálido vello oxigenado
pescadores con capucha
fumando lo que les lian soñolientas mujeres desgreñadas
ciclistas equipados como astronautas
aficionados con cámaras de 5000 euros
esperando la sepia exquisita del sol agotado
muestrario de parejas recién hechas
tan bonitas que llegan a dar asco
viejos envidiosos con erecciones fantasmas
el nostálgico picor de un miembro amputado
familias de monstruitos paseando mascotas incomprensibles
culos apretados bajo tecnológicos tejidos avanzados
ganas de follar esponsorizando el aire
inaccesible juventud cortando el agua en piragua
dejándose infectar impúdicamente los labios la frente
las silenciosas rodillas por una luz solar que sonríe con todos los dientes
últimas bocanadas de mi juventud
tuve que cruzar la pasarela
para que una brisa sincera refrescara mis costados


y mierda mierda el cielo estaba tan precioso...

x x x

Esos montículos peludos llamados mamuts,
eran abatidos con argucias de enanos.
Suponían muchos días de abastecimiento cárnico,
y era divertida la sensación de dominar su potencia
reduciéndo la bestia a un manchurrón decorativo.

Perfecto que las mujeres fueran un poco más pequeñas,
se hacía más fácil arrastrarlas del pelo hasta el apartacueva
aunque luego, observando las últimas brasas, en secreta fantasía,
centuplicaba el tamaño de la hembra y soñaba con hacer espeleología,
y con el sílex dejar una firma en sus entrañas.

cuestión de tamaño, base del deseo erótico.

Imposible que veamos, más allá del consabido símil acuático de sus ojos,
las hordas de ácaros atiborrandose de legañas.

ojo ideado para el confort, justa medida en el límite de lo soportable.

Climatología habitable de nuestras bocas, cálidas penínsulas de nuestras lenguas,
flora y fauna que intercambiamos con el simple gesto del beso,
migraciones y microconflictos de aduanas que el herpes resuelve.

Ojo adaptado al poema tolerable, ojo desinfectante,
miradas desde la montaña a la pulga, pasando por el divino ocaso.
Dejemos que la ciencia nos muestre qué comió lo que comió la pulga.

y mientras tanto...

coquetos elefantes de bolsillo, celestes, rosados, y el más asequible tono estándar,
sustituirán a los terrier en los bolsos de las viudas adineradas.
Eritrocitos condenados por traficar con oxígeno adulterado.
Planetas, en el periodo que se quiera, para colgar del llavero.

Etcétera.

Una miga de pan se descuelga de una barba rala,
ésta cae durante millones y millones de años,
en esa miga, seres de innegable fortaleza:
erigiendo catedrales, proyectando destilerias,
ensalzando y tumbando gobernantes,
vigilando los tiempos de cocción.

A veces, uno de estos seres de incuestionable fortaleza, se urga la nariz de puro aburrimiento,
y con suma delicadeza coloca lo que extrae bajo un cristal de gran pureza,
y cerrando un ojo y acercando el otro a un extremo del visor, observa sin excesivo interés...

¡SALUDAD, MAMONES, NOS MIRA A NOSOTROS!


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