domingo, 28 de julio de 2013


Amor, toda esa agua que cruzó tu cuerpo
Y se fue como otra agua sabrosa por el desagüe 
Yo hubiera querido beberla como el mejor de los vinos.
Tú sabes cuánto me gusta lo que el día hace con tu cuerpo
Te quiero con todos los olores que traes de la calle
El café y el tabaco oscureciendo tu aliento
La promesa de lujuria de tus sobacos 
Todas las gotas que te cayeron de las entrañas.
Antes de la envidiosa ducha estoy yo
Perrito que gimotea oliéndote a distancia
Muriendo por jugar a reconocerte a separarte a definirte
De entre los otros olores del mundo que juegan a despistarme.
Yo te arranco de la oficina
De las avinagradas confidencias de pasillo
Te arranco del grasiento menú del día
De la precintada densidad de las tiendas
De los soportales regados con lejía.
Y con mi hocico, una a una
Te arranco miradas como aguijones
De todos aquellos que te miran porque te desean
Y entonces ya eres mía, sucia mía
Sucia sólo de ti misma
Para que mi corazón se revuelque
Y yo sienta mi vida un poco más limpia.



                                                                  * * *



Cada mañana era la canción
de buscar mis zapatos bajo tu cama,
mi ropa de la víspera, fría y somnolienta,
desperdigada por el parquet,
a esas horas ya débilmente iluminado
como para un ensayo de bailarinas clásicas.


¡Qué desordenados que éramos!
comiendo siempre a deshoras,
y bebiendo tanto...
yo entonces no sabía que habías
tenido problemas con la bebida,
y no te cuidaba.
En el amor siempre fui un ciego despiadado
de manos enguantadas.


Me vestía con sigilo para no despertarte,
una cortesía sin mérito alguno,
pues tú sabías que yo sabía que no dormías.
Nunca dormías.
Tus grandes ojos azules se abrían en la penumbra
para echar a un lado la pantomima.


Me acompañabas hasta la puerta
pálida como un fantasma, un poco ronca, descalza.
Rechazaba siempre el café,
pero no así tus primeros besos,
besos que me daban valor
para salir a la calle con la frente alta,
besos para que siguiera reconociendo
arrogantes maneras de príncipe desterrado,
en el joven punki vagabundo de la plaza Orwell,
besos para que mi cara desentonara en el metro,
besos para que yo, subordinadísimo feliz,
llegara a la oficina mal peinado,
con tartamudeo en los botones
de mi camisa vapuleada,
coquetamente asilvestrado,
demorándome en saludos de viajero recién llegado.


Enfermo de ti, bendiciendo a toda mujer sobre el mundo,
me masturbaba en el descanso para el almuerzo.


Enfermo. Reconciliado con la vida al fin.


* * *


El verdadero desastre está en todas aquellas cosas
que, sin que tuvieras que haber tocado
o ni siquiera imaginar que existían,
estuvieron cuando tú y yo aún.

Y todavía son,
y acumuladas tontamente,
todavía esperan
¿el qué?

Y no saben defenderse sino con un peso o un color
y persisten y son mías y son tuyas también.
Todas arrastradas a este presente que ya no es nuestro.
Sino para ti. Sino para mi.

¿Y hemos de vivir en esta autopsia que no queremos mirar?
vivir en este lento doble instante,
en el que mis manos y las tuyas coinciden
a veces,
en un mismo acto cotidiano.

y se acarician a nuestras espaldas,
ya descansen las tuyas sobre madera
y las mías envueltas en algodón tintado.
porque todo se toca y se pudre en supuesta armonía.

Los placeres antiguos fermentados en seudodramas
que con más o menos gracia contamos como una fábula,
con toda la moraleja atragantándonos.

Y es cierto que podemos burlarnos del destino
cuando lo dejamos plantado
como un grotesco enamorado de pie bajo la lluvia
con el pelo ridículamente pegado a la frente.

Y si me pidieras una lista de todas esas cosas
te indicaría una buena enciclopedia.
y si me dijeras que todas esas cosas ya eran antes del primer beso,
yo no te creería.


* * *


Unos innecesarios pelos en las orejas Otros caprichosamente aislados En la espalda, donde la mano no llega Prejuicios y manías bien asentados. No me importa si la leche está agria No distingo el puchero del cocido Me gustan todas las mujeres de la patria Pero antes de empezar me suelo dar por vencido. Yo sé bien lo que me pasa: tengo gastadas las espuelas El mundo se me hace más salvaje y más vasto Por eso te digo: roba ahora todos los besos que puedas Porque dos viejos besándose siempre darán asco.






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