jueves, 3 de mayo de 2012

a mi padre


                                     
  
Yo desconocía cómo llegaba el pescado a la mesa,
La trayectoria vital de los hombres de manos robustas,
El origen del cristal y el destino de las carreteras.
No sabía del milagro. No sabía del recuerdo incorruptible.

Yo desconocía que te adjudican un nombre siempre cruel,
Que las edades no tienen retorno y la sangre coagula al sol
Y el fuego impregna el alma y unos ojos ven aun cerrados.

Yo vigilaba el escandaloso teatro de las escaleras,
Recorría nocturnos laberintos sacrificando cenas calientes,
Con los brazos y las piernas llenas de huida y vida bruta.

En mi barrio se concentraba todo el mundo.
Mi barrio que era pobre en bombillas.
Mi barrio lleno de gatos en familia,
De grillos, de patios que olían a detergente,
De madres gritando nuestros nombres en la penumbra.
Y un capitán de pandilla que follaba en un palomar.

En Mayo el bricolaje religioso.
La tosca madera amputada se alzaba viva, incorrecta,
Dejando astillas como aguijones de una alegre enseñanza
En nuestras manos golfas, creadoras, ciertas, únicas.

A veces vuelve ese niño que dejó cosas olvidadas:
Insectos agónicos prisioneros en botellas,
Revistas guarras bajo la piedra roja del descampado, 
Besos que salieron espantados de la boca antes de ser,
Revanchas a palos, hogueras mal apagadas con orina...

A veces vuelve ese mismo niño a decirme que me perdona.

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