miércoles, 25 de abril de 2012

para una despedida decente

Tras el último beso se aconseja, aun cuando la punta de los dedos estirados todavía se besan por la yemas, apropiarse de un buen sitio junto a la baranda que delimita el espacio propio de aquellos que emprenderán el viaje y serán por tanto despedidos, del espacio de aquellos que se quedarán en tierra y se encargaran de despedir y que por razones puramente estéticas  suele estar situado a varios niveles por encima del punto de embarque o en todo caso a su mismo nivel, pero jamás por debajo.


   En ese momento, mientras el viajero o la viajera dan los primeros pasos solitarios, sumando distancia y todavía no se han vuelto una sola vez  se deberá optar al menos por una de las dos posturas más frecuentes y claramente diferenciadas en la naturaleza de su mensaje.


  1)  Se inclina el torso, se apoyan los codos en la barandilla, se juntan las manos en forma de ruego, esto es entrecruzando los dedos formando así el gran puño de los deseos. En una palabra, se acoda uno en la baranda. Las piernas suelen permanecer ocultas de modo que cada cual las coloque de aquella forma con la que se sienta más a gusto. Si no fuera así, es decir si las piernas estuvieran visibles para el viajero, se evitará el cruzamiento de piernas culminando con apoyo de puntera ya que muy probablemente reste credibilidad al conjunto. Con esta postura se pretende decir:


    a) Creía que cuando te viera partir sabría llevarlo con más entereza, hace apenas dos minutos lo pensaba, hace apenas unos segundos te besaba como un padre o como una madre besan para ahogar y despejar el camino de todos los monstruos de todos los árboles caídos de todas las tormentas. Pero ahora, aquí mismo, con una lucidez  que mastico a cada paso que das , me doy cuenta que bien puede ser que yo haya traído una red  llena de agujeros o haya supervisado un camino equivocado o no haya presurizado correctamente esta escafandra y me esté ahogando con mi propio alter shave.


    b)  Es posible que estos últimos días no haya estado a la altura. Es más que posible que estos últimos días yo haya estado como dos o tres notas por debajo del tono que te mereces. Es seguro que alguna vez en estos últimos días yo me haya dejado llevar por la situación como una cosa más o menos muerta flotando por un río o que tú me hayas tenido que mantener a flote y estar igualmente atenta para evitar que en ningún momento yo encallara en las orillas de esa misma situación. Es muy posible también que ya me hayas perdonado y que sepas que yo no permitiré que vuelva a pasar.


     c)  Que lástima me da que te vayas, así con tanto equipaje entre tantos desconocidos con equipajes y que esta noche duermas tan lejos y cenes algo distinto, algo que no oleré siquiera, y que luego seguramente hablemos por teléfono y suceda que un carraspeo o una somnolencia repentina y una pereza consentida nos avise de que tan sólo hace unas horas que te fuiste y que la distancia establecida es tan abstracta como la miserable línea sobre el mapa.


2)   Con los brazos estirados apoyar las palmas de las manos sobre la baranda de separación. Los hombros alzados como los de un malvado líder, piénsese por ejemplo en algunas del variado registro de poses sobre balaustrada de Benito Mussolini. Se permite o más bien se recomienda en este caso el cruzamiento de piernas con culminación en apoyo de puntera. Con esta postura se pretende decir:


     a) Uno no puede evitar pensar en el momento de la partida aunque este todavía quede lejos,  no es que quiera uno recrearse, ni mucho menos, pero es algo que siempre está  aunque se manifieste más que nada en las tardes o al cruzar ciertas calles y cuando ya casi te has acostumbrado a ese olor de repente llega el día  y tienes que largarte y es como si te hubieran presentado a alguien muy simpático pero al que le falta una oreja. Porque todo esto si se piensa bien no deja de ser algo simpático, un poco fastidioso quizás pero también simpaticón, porque tú y yo siempre saboreamos el regusto a película o a telenovela que suele inspirar estos momentos y es por eso que tus ojos y los míos se ríen.


      b)  Heme aquí querida persona, personita colosal, tal cual me ves, erguido por los recuerdos y sereno como un león con tres cuarto de ñú en las tripas. Que menos difícil resulta el dejar escapar aquello que sabemos atado a nosotros por lazos tan esquivos como el escalofrío que una ironía cifrada para todos los demás, durante un segundo nos conecta la espina dorsal y nos pone cachondas  como una mona.


      c) A veces me da por pensar que en realidad soy yo el que se va, el que se aleja montado en un transatlántico mientras tú permaneces quieta en tu asiento y todo lo demás, todo, se va moviendo a tu alrededor.  Pero luego me cuentas sobre el extraño que se sentó a tu lado y que olía a soltero o a escombros de sótano o que hablaba de su trabajo como si estuviera confesando llevar una bomba atada a la cintura o sobre la niña superdotada que hacía preguntas indiscretas con la seriedad y el desapego de una psiquiatra finlandesa y me doy cuenta entonces que soy yo el que ha permanecido todo el tiempo en el mismo sitio.


   Ni que decir tiene que antes de la primera vuelta de cabeza del viajante ya hemos de tener perfectamente ejecutada cualquiera de estás dos posturas básicas que dependiendo de la duración de la ceremonia serian susceptible de evolucionar, con ligeros desplazamientos del centro de gravedad y unos mínimos avances gestuales, hacia expresiones o mensajes de despedida provistos de una gama de tonos mucho más amplia. Se requiere mucho ensayo y mucho estudio así que de momento nos limitaremos o nos conformaremos con estas dos que, naturalmente, deberán ser acompañadas, en el caso de la primera postura tras una razonable demora y en el caso de la segunda desde el primer momento, con adioses de manos, besos al aire, movimiento de cabeza ligeramente descentrada hacia un lado, sacadas de lenguas, etc. Todo ello, por supuesto, constituye materia abundante para todo un curso aparte.


   Se recomienda ser paciente, ser tenaz, ser terco y mantener los saludos hasta el final, hasta la despersonalización de los andenes o de los tubos de embarque, hasta que sencillamente la confusión de los saludos que salen y  los saludos que llegan se conviertan en una orgía de extraños momentáneamente implicados en una misma separación.

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